Nuestra cultura nos enseña a reprimir los sentimientos, cualquier manifestación afectiva es juzgada como una señal de fragilidad psicológica. Nos han enseñado a dominar nuestras emociones para ser socialmente correctos pero sabemos que debemos transmitirlas para existir y relacionarnos con los demás.
Al escribir las memorias me di cuenta de lo mucho que me cuesta expresar mis sentimientos. Pienso que si perdiera ese miedo absurdo que experimento a veces a la hora de mostrar mi afecto hacia alguien - dar un beso, un abrazo, decir ‘gracias’ o ‘te quiero’ - sería mucho más feliz. No es que sea una persona fría, necesito querer y sentirme querida, pero me cuesta muchísimo abrir mi corazón a los demás; es un mecanismo de autodefensa, una especie de barrera protectora que me impide desnudar el alma y que bloquea en mí la parte emocional. A veces tengo miedo a olvidar, otras veces a no poder hacerlo; tengo miedo a necesitar a alguien y no tenerle cerca, a que me necesiten a mí y yo no sepa estar a la altura… sé que son miedos infundados porque a lo largo de estos diecinueve años nunca me he sentido sola, he conocido a personas maravillosas que han estado siempre a mi lado, que han sabido escucharme y han tratado de entenderme; aún así, a veces me cuesta sintonizar con los sentimientos del otro y acompasarlos a mi estado emocional.
El ejercicio de las memorias me ha ayudado mucho porque creo que he sido capaz de transformar en palabras una parte de mi interior que permanecía oculta a ojos de los demás. Por esto me decidí a imprimir un ejemplar de las memorias para mis padres, otro para mis abuelos y otro para mi tía y mi prima. Todos las leyeron y se emocionaron y yo me sentí bien porque de alguna manera les había transmitido lo mucho que les quiero y necesito.
Al escribir las memorias me di cuenta de lo mucho que me cuesta expresar mis sentimientos. Pienso que si perdiera ese miedo absurdo que experimento a veces a la hora de mostrar mi afecto hacia alguien - dar un beso, un abrazo, decir ‘gracias’ o ‘te quiero’ - sería mucho más feliz. No es que sea una persona fría, necesito querer y sentirme querida, pero me cuesta muchísimo abrir mi corazón a los demás; es un mecanismo de autodefensa, una especie de barrera protectora que me impide desnudar el alma y que bloquea en mí la parte emocional. A veces tengo miedo a olvidar, otras veces a no poder hacerlo; tengo miedo a necesitar a alguien y no tenerle cerca, a que me necesiten a mí y yo no sepa estar a la altura… sé que son miedos infundados porque a lo largo de estos diecinueve años nunca me he sentido sola, he conocido a personas maravillosas que han estado siempre a mi lado, que han sabido escucharme y han tratado de entenderme; aún así, a veces me cuesta sintonizar con los sentimientos del otro y acompasarlos a mi estado emocional.
El ejercicio de las memorias me ha ayudado mucho porque creo que he sido capaz de transformar en palabras una parte de mi interior que permanecía oculta a ojos de los demás. Por esto me decidí a imprimir un ejemplar de las memorias para mis padres, otro para mis abuelos y otro para mi tía y mi prima. Todos las leyeron y se emocionaron y yo me sentí bien porque de alguna manera les había transmitido lo mucho que les quiero y necesito.